sábado, 16 de septiembre de 2006

Fugaz e irrepetíble

Empezaba a atardecer cuando tu cuerpo tumbado sobre la arena de la playa recibía, los ya tenues, rayos de sol. Un soplo de viento, imprevisto, penetró por tu vestido dejando percibir la desnudez de tu cuerpo. Tu fugaz mirada, comprometida, se cruzó con la mía, cómplices de lo apacible del momento. Permanecí estático para no romper el embrujo y recrearme con la contemplación de tan bello cuadro.

Santiago do Corgo, veintidós de agosto de dos mil seis

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