Es una ciudad con fortaleza situada estratégicamente en el alto del río Minho, junto a la frontera con España, constituyendo una de las tierras más verdes y fértiles de esta región del Norte de Portugal.
Hay montado un gran negocio para adquirir mantelerías, juegos de camas, toallas, cafés y vinos de la región. También restaurantes e cafeterías. Después del cierre de los comercios reina un apacible aire de tranquilidad, siendo entonces el momento idóneo pasear por sus calles adoquinadas y descubrir sus monumentos.
Funcionó como primera línea de defensa contra los ataques del país vecino. Buena prueba de ello son las dos plazas fuertes, repletas de baluartes de defensa, atalayas y gigantescas puertas, unidas por un puente que salva el ancho foso, que conforman el casco antiguo.
El núcleo urbano situado en el interior del recinto amurallado resulta fascinante. Así como los alrededores del mismo.
En la parte norte de la fortaleza se conserva un baluarte original de la época de Afonso III y alberga algunos lugares interesantes, tales como la Casa da Eria, con una hermosa ventana manuelina; y una capilla muy bonita.