lunes, 17 de julio de 2006

REENCUENTRO CON EL ATLÁNTICO

El reencuentro con el Atlántico fue como un choque emocional profundo, el vino con actitud felina a besar mis pies, haciendome sentir esa humedad fría que cala hasta los huesos y el escalofrío que provoca esa sensación. El susurro de las olas parecía querer exclamar -¡has vuelto, no te vayas!
Entretanto las gaviotas, por docenas, revoloteaban a mi alrededor en un baile de bienvenida, componiendo ese cuadro, para mi tan familiar y sumamente maravilloso, de movimientos armoniosos y rítmicos, con vuelos caprichosos de los que deleitan los sentidos.


El sol seguía alto, hacía calor, la suave brisa marina de noroeste atenuaba la fuerza de los rayos del astro rey y una agradable sensación de bienestar invadía todo mi ser. La trilogía océano, arena, gaviotas, hizo que este cuerpo tan diminuto, comparado con la grandiosidad del entorno, creciera, como la marea alta, por las vibraciones percibidas de un pasado ya lejano que lo engrandecen.